(SONIDO: Campanadas.)

 

Nota histórica: el lunes, 27 de julio de 1840

 

FANNY: (Lee con tono epistolar.) En la noche del 26 se firmó la capitulación por ambas partes. A la mañana siguiente se cantó un Tedéum en la Catedral, con la presencia del arzobispo, el presidente y todas las autoridades. Las campanas, que habían permanecido en un silencio de mal agüero durante todos estos acontecimientos, al fin se oyeron repicar. El Palacio ha quedado maltrecho por las balas y se halla en un estado de gran desorden. El presidente y sus ministros ocupan varias celdas en el convento de San Agustín. (Irónica). Los federalistas evacuaron la plaza bajo inquietantes condiciones: “Se garantiza, en todo el sentido de la palabra, las vidas, personas, empleos y propiedades de los sublevados… Se echa un olvido total en todos los sucesos políticos ocurridos desde el quince hasta el presente”. Bien podría exclamar el presidente: “Otra victoria como esta y estoy perdido”. El general Valencia, con un entusiasmo colosal, dijo, entre otras cosas: “Ya no volveréis a escuchar el estallido del cañón sino para celebrar los triunfos de la patria.”  Y yo añado: (Lee como si fuera una letanía.) que tus palabras sean proféticas porque la pluma de Jeremías quisiéramos haber tenido para describir la desolación y calamidad de esta ciudad, que ha sido la señora del nuevo mundo, en los días de luto que acaban de pasar. No podíamos fijar nuestros ojos en parte que no encontrásemos muerte, llanto y desolación. El Palacio está hecho una criba y el baluarte del sur destruido…

 

CORA: (Irrumpe.) ¡Llegaron visitas sin anunciarse! 

 

FANNY:  ¡Ay, estoy despeinada, mira mi atuendo! ¿Quiénes nos visitan, Cora?

 

CORA: Son muchos, señora, parece que van a quedarse… 

 

FANNY: ¿Muchos?

 

CORA: ¡Traen mulas repletas de equipaje!

 

FANNY: (Desesperada.) ¿Y quiénes son, Cora?

 

CORA: ¡Es broma, señora, no vino nadie!

 

FANNY: ¡Al principio te burlabas de mí hablando sola, luego se te dio por discutirme todo y ahora me asustas! ¿Y qué te he dicho de las interrupciones?  

 

CORA: (Arrepentida.) Vino el recadero con una carta para la señora.

 

FANNY: (De mal humor.) ¡Pásamela!  Es Crescencia, volvió a desaparecer Santiago…

 

CORA: (Irónica.) ¡Pobre palomita!

 

FANNY: ¿Por qué la desestimas, Cora?

 

CORA: (Con ironía.) ¡Pero si yo la adoro!

 

FANNY:  Casualmente, tuve una discusión esta mañana con un inglés que se quejaba amargamente de la falta de sinceridad de los mexicanos… 

 

CORA: ¿Y se preguntó si Crescencia será sincera?

 

FANNY: (Irónica.) No estaba pensando en Crescencia… 

 

CORA: ¡Pobre inglés! Qué pena que los mexicanos lo hagan sufrir…

 

FANNY: ¡Qué habilidad para cambiar de tema! Mejor canta, Cora.

 

CORA: (Se va cantando.)

Palomita engañadora 

que finges tantos desmayos  

¿no serás federalista  

igualito que Santiago? 

palomita, palomo, palomo…

 

FANNY:  Veo que también compones. ¿Qué te hace pensar eso?

 

CORA: Algo que usted dijo: que eran como Hamlet y Polonio…

 

FANNY: (Se ríe, suspira y retoma la lectura.) Déjame continuar con mi carta. En estos momentos se hacen muchas conjeturas a causa de cuatro buques tejanos que cruzan los mares frente a la Bahía de Veracruz. Se habla mucho de política, en la que no me meto pues ya no tengo la excusa de Madame de Staël. Pero, dicho sea de paso, es la política un tema acerca del cual casi todas las mujeres mexicanas están muy bien enteradas, con un conocimiento práctico que es el mejor de todos: como una lección de geografía aprendida viajando. 

 

CORA: (Murmurando.) ¿Qué le ve a esa Madame de Staël? 

 

FANNY: Si aprendieras a leer… (Sigue con la carta.) Tuvimos la celebración del día de la independencia, aniversario del glorioso grito de Dolores dado el 16 de septiembre de 1810, o sea de la revolución que empezó, hace 30 años, el cura del pueblo de Dolores en la provincia de Guanajuato. “Muy fácil es —dice Zavala, en uno de sus más certeros comentarios— poner en combustión un país cuando haya elementos de discordia, pero las dificultades de su reorganización son indefinidas.”

 

CORA: Muy fácil es hablar así cuando…

 

FANNY: (Enojada.) ¡Ahórrate tus irreverencias! 

 

CORA: Una disculpa, señora.  

 

FANNY: (Con tono amable.) ¿Dijiste que estuviste en el grito de Dolores? ¿Tú estuviste ahí, con el cura Hidalgo?

 

CORA: Ahí no, porque nos unimos a la independencia camino a México. Pero estuve adelante de todo cuando el padre Hidalgo abrió el coche…

 

FANNY: ¿Qué coche?

 

CORA: Andaba corriendo el chisme de que en el coche cerrado del padre Hidalgo viajaba Fernando Séptimo.

 

FANNY: ¡Qué disparate!

 

CORA: Y el padre dijo que iba a abrir el coche para que se acabasen los rumores. Corrí y me puse adelante porque quería ver un rey, pero no más vi mujeres, que resultaron ser las sobrinas del señor cura.

 

FANNY: Ay, Cora, qué dices… Permíteme continuar.

 

CORA: (Tararea la música de El palomo).

 

FANNY: (Lee en voz alta.) ¡Todo el mundo habla del folleto escrito por el señor Gutiérrez Estrada en el que se propone el establecimiento en México de una Monarquía Constitucional, con un príncipe extranjero a la cabeza como único remedio para los males que afligen al país!

 

CORA: (Grita.) ¡Pronunciamiento extranjero!

 

FANNY: (Primero asustada, luego molesta.) ¡Por dios, Cora, vete ya! (Suspira. Se escuchan los pasos de CORA que se alejan.) Nunca terminaré de conocer México. Oímos misa en la pintoresca Iglesia de San Cristóbal. En una Iglesia en medio del campo, llena de léperos, de sacerdotes dedicados a su Ministerio, de indios de pies descalzos… Y sin embargo el templo es grande y fastuoso con colgaduras negras que iluminan… 

 

(SONIDO: Pasos ligeros y apresurados que se acercan. Se abre y se cierra la puerta.)

 

CORA: ¡Recado de la señora Crescencia!

 

FANNY: Déjalo en el escritorio.

 

CORA: Sí, señora.

 

FANNY: (SONIDO: Cambia de hoja.). Hicimos una tertulia que estuvo muy concurrida. Quizás es que ya me estoy familiarizando con la fisonomía de la mujer mexicana, el caso es que me pareció ver reunidas muchas bellezas y, en lo que se refiere a la calidad de las voces, son tan comunes en México como raras en Inglaterra. 

 

CORA: Ejem, ejem, ejem…

 

FANNY: ¿Y ahora qué, Cora?

 

CORA: El recadero espera. 

 

FANNY: Permíteme leer la nota… (Se escucha que toma el papel.) 

(Murmura, leyendo muy rápido.) Contéstale que sí. 

 

(SONIDO: Pasos que se alejan, se abre y se cierra la puerta. Otros pasos se alejan más. Se abre y se cierra la puerta, los pasos de CORA regresan a la habitación.)

 

FANNY: El primero de enero comenzamos el año oyendo misa temprano en San Francisco, la iglesia quizás más limpia de México y la más frecuentada por las mejores clases de la sociedad. Podréis tener allí la buena suerte de sentaros entre dos señoras bien vestidas, pero también es muy probable que vuestro vecino sea un pordiosero envuelto en su frazada. Además, el piso está casi tan sucio como el de la Catedral. Debido a la suciedad que infesta a las iglesias mexicanas y a la multitud de léperos que bulle en ellas, tanto para mendigar como por devoción, muchas de las principales familias de aquí, y que tienen oratorios particulares, solicitan los servicios de un padre y oyen misa en la casa.

 

CORA: (Imitando a Fanny.) ¿Por qué, señoras, no os ponéis a limpiar la bella Catedral?

 

FANNY: ¡Juraste que no me imitarías más! Y ahórrate tus desatinos… (Suspira.) Además de los léperos que pululan en la Catedral, ocurre que las indias tienen la costumbre de llevar a la iglesia a sus criaturas y sus canastas con hortalizas. Y los chiquillos tienen el hábito de lloriquear, como lo hacen todos, cuando consideran que no les hacen caso. Pero este hombre que veis, corpulento y haraposo, prefiere pedir limosna a trabajar. 

 

CORA: Si pagan una limosna…

 

FANNY: (Con reprobación.) Esta mujer pordiosera, que medio encubre sus desnudeces, se tendría por deshonrosa si cediera a hacer algo para mejorar su condición.

 

CORA: Con tanto señor deshonrador…

 

FANNY: Estos perros que vagan por la iglesia durante los oficios divinos: ¡a todos ellos deberían someterlos al orden introduciendo las providencias que fueran más pertinentes!

 

CORA: (Grita como un soldado.) ¡La señora Crescencia está en la sala!

 

FANNY: ¡Deja de asustarme, Cora! Hazla pasar y vete de una vez.

 

(SONIDOS: Pasos que se alejan. Se abre y cierra la puerta. Los pasos se alejan más. Luego, se escuchan los pasos de dos mujeres que se acercan. Se cierra y se abre la puerta. Los dos pares de pasos se acercan.)

 

FANNY: (Preocupada.) La estaba esperando. ¿Cómo está usted?

 

CRESCENCIA: ¿Está usted bien?

 

FANNY: (Muy seria.) ¿Todo está bien?

 

CRESCENCIA: Sí, gracias. ¿El señor…?

 

FANNY: Sin etiqueta, Crescencia, debo decir que me sorprendió su recado… 

 

CRESCENCIA: Lo que le tengo que pedir, no lo podía escribir en una nota para diversión de los criados... 

 

CORA: (Tararea.)

 

CRESCENCIA: (Bufa y continúa.) ¿Supo, señora, que por la gran necesidad de lluvias trajeron a la Virgen de los Remedios? 

 

FANNY: Sí, la virgen gachupina.

 

CRESCENCIA: ¡Eso es muy grosero, no debería usted hablar así, señora Fanny!

 

FANNY: ¡Discúlpeme! Es la influencia de Cora…¡Gracias a Dios que me sucedió con usted que es de confianza! Sería una vergüenza mayor frente a otras personas… ¡Cora, retírate!

 

CORA: Sí, señora Fanny.

 

(SONIDO: Los pasos de Cora se alejan.)

 

CRESCENCIA: Qué alivio que se fue la chusma. (Suspira. Sigue, angustiada.) Se trata de Santiago, se llevó todo lo de valor que teníamos en casa. Temo que esté planeando apostar en las fiestas de San Agustín.

 

 

FANNY: No llore, Crescencia, es usted tan joven, tiene tanto por delante, ya verá que todo se va a solucionar…

 

CRESCENCIA: ¡Tengo miedo de que me deje, y sin nada! Necesito ir a las fiestas con ustedes. ¿Podría hacerme ese favor…

 

FANNY: Por supuesto, Crescencia. Ya estamos en medio de los preparativos. Llevaré a Cora conmigo…

 

CRESCENCIA: (Con desprecio.) ¡¿A Cora?!

 

FANNY: ¿Por qué la menosprecia? Todas las señoras la adoran…

 

CRESCENCIA: Disculpe usted, Fanny. Gracias por permitirme ir con ustedes.