Homilías de cuatro minutos

12 Domingo B La tempestad calmada

June 21, 2024 Joseph Pich
12 Domingo B La tempestad calmada
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Homilías de cuatro minutos
12 Domingo B La tempestad calmada
Jun 21, 2024
Joseph Pich

La tempestad calmada

            El evangelio de hoy me encanta. Podemos vernos nosotros mismos en la barca con Jesús, rodeados de un hermoso lago. Existe todavía hoy; los elementos naturales no cambian fácilmente. Pero su belleza se puede tornar peligrosa. Es nuestra experiencia de la vida. El mar en la Biblia representa al hombre abandonado en las manos de Dios. Puede pasar cualquier cosa. Todos experimentamos buenos días y malos días. ¿Por qué la vida no puede ser bella? Porque estamos de paso. Aquí no está nuestro destino. Estamos cruzando el lago de la vida de una punta a otra, desde nuestro nacimiento hasta la eternidad. No sabemos cuanto va a durar; no podemos ver el otro lado. En cualquier momento puede aparecer una tormenta y debemos estar preparados. No podemos confiarnos y dejar que la barca siga su propio curso. El demonio está alrededor de nosotros como un león rugiente, como una tormenta dispuesta a devorarnos.

            Jesús viaja con nosotros en nuestra barca. O mejor, nosotros estamos en su barca. Aunque muchas veces parece que está dormido, sigue con nosotros a no ser que lo empujemos fuera de la barca. Es fácil verle cuando el sol está en lo alto y los pájaros cantan. Pero cuando se acerca la tormenta, y el viento sopla fuerte y las olas se levantan, podemos ignorarlo o enfadarnos con él. Pase lo que pase, tenemos que decirle que se quede.

            Esta es la única escena del evangelio en que vemos a Jesús durmiendo. Estaba tan cansado que ni la tormenta pudo despertarlo. Los apóstoles, asustados, decidieron despertarle. No le dejaron descansar. Santa Teresita del Niño Jesús habla de cómo deja descansar al buen Jesús: “Lejos de experimentar consolaciones, mi aridez es completa, casi desolación. Jesús está como siempre dormido en mi pequeño bote. Raramente las almas le dejan dormir con paz dentro de ellas. Su ansiedad y sus peticiones le cansan tanto, que él está muy contento de disfrutar con el descanso que le ofrezco. No creo que se despierte hasta mi retiro eterno, pero esto en vez de apenarme, me hace muy feliz.” Somos muy rápidos en despertar a Jesús, a protestar de las tormentas. Cada tormenta en nuestra vida tiene su sentido y nos toca a nosotros el encontrarlo. O colapsamos, o crecemos.

            Jesús se levantó y calmó la tormenta con su palabra. Se quejó de que no le habíamos dejado dormir, de nuestra falta de fe y confianza en él. Con una palabra puede calmar las tormentas de nuestra vida. Sabe lo que nos pasa, pero deja que las cosas sigan su curso. Debemos confiar en él, sabiendo que está con nosotros en nuestra pequeña barca. Había una vez un hombre cruzando las cataratas del Niagara caminando sobre un cable empujando una carretilla. Cuando llegó al otro lado la gente le aclamó con entusiasmo. Preguntó debería hacerlo otra vez. La gente le animó a que lo hiciera. Preguntó si alguien quería viajar en su carretilla. Solo se oyó el sonido del agua cayendo. Nos cuesta mucho confiar en los demás.

            El evangelio dice que los apóstoles se quedaron muy impresionados con Jesús diciendo: ¿Quién es este tipo? Incluso el viento y las olas le obedecen. Los cuatro evangelios lo cuentan. Nosotros sabemos quién es él y lo que puede hacer. El problema es que muchas veces no lo creemos.

 

josephpich@gmail.com

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La tempestad calmada

            El evangelio de hoy me encanta. Podemos vernos nosotros mismos en la barca con Jesús, rodeados de un hermoso lago. Existe todavía hoy; los elementos naturales no cambian fácilmente. Pero su belleza se puede tornar peligrosa. Es nuestra experiencia de la vida. El mar en la Biblia representa al hombre abandonado en las manos de Dios. Puede pasar cualquier cosa. Todos experimentamos buenos días y malos días. ¿Por qué la vida no puede ser bella? Porque estamos de paso. Aquí no está nuestro destino. Estamos cruzando el lago de la vida de una punta a otra, desde nuestro nacimiento hasta la eternidad. No sabemos cuanto va a durar; no podemos ver el otro lado. En cualquier momento puede aparecer una tormenta y debemos estar preparados. No podemos confiarnos y dejar que la barca siga su propio curso. El demonio está alrededor de nosotros como un león rugiente, como una tormenta dispuesta a devorarnos.

            Jesús viaja con nosotros en nuestra barca. O mejor, nosotros estamos en su barca. Aunque muchas veces parece que está dormido, sigue con nosotros a no ser que lo empujemos fuera de la barca. Es fácil verle cuando el sol está en lo alto y los pájaros cantan. Pero cuando se acerca la tormenta, y el viento sopla fuerte y las olas se levantan, podemos ignorarlo o enfadarnos con él. Pase lo que pase, tenemos que decirle que se quede.

            Esta es la única escena del evangelio en que vemos a Jesús durmiendo. Estaba tan cansado que ni la tormenta pudo despertarlo. Los apóstoles, asustados, decidieron despertarle. No le dejaron descansar. Santa Teresita del Niño Jesús habla de cómo deja descansar al buen Jesús: “Lejos de experimentar consolaciones, mi aridez es completa, casi desolación. Jesús está como siempre dormido en mi pequeño bote. Raramente las almas le dejan dormir con paz dentro de ellas. Su ansiedad y sus peticiones le cansan tanto, que él está muy contento de disfrutar con el descanso que le ofrezco. No creo que se despierte hasta mi retiro eterno, pero esto en vez de apenarme, me hace muy feliz.” Somos muy rápidos en despertar a Jesús, a protestar de las tormentas. Cada tormenta en nuestra vida tiene su sentido y nos toca a nosotros el encontrarlo. O colapsamos, o crecemos.

            Jesús se levantó y calmó la tormenta con su palabra. Se quejó de que no le habíamos dejado dormir, de nuestra falta de fe y confianza en él. Con una palabra puede calmar las tormentas de nuestra vida. Sabe lo que nos pasa, pero deja que las cosas sigan su curso. Debemos confiar en él, sabiendo que está con nosotros en nuestra pequeña barca. Había una vez un hombre cruzando las cataratas del Niagara caminando sobre un cable empujando una carretilla. Cuando llegó al otro lado la gente le aclamó con entusiasmo. Preguntó debería hacerlo otra vez. La gente le animó a que lo hiciera. Preguntó si alguien quería viajar en su carretilla. Solo se oyó el sonido del agua cayendo. Nos cuesta mucho confiar en los demás.

            El evangelio dice que los apóstoles se quedaron muy impresionados con Jesús diciendo: ¿Quién es este tipo? Incluso el viento y las olas le obedecen. Los cuatro evangelios lo cuentan. Nosotros sabemos quién es él y lo que puede hacer. El problema es que muchas veces no lo creemos.

 

josephpich@gmail.com