Homilías de cuatro minutos

14 Domingo B Aguijón en la carne

July 03, 2024 Joseph Pich
14 Domingo B Aguijón en la carne
Homilías de cuatro minutos
More Info
Homilías de cuatro minutos
14 Domingo B Aguijón en la carne
Jul 03, 2024
Joseph Pich

Aguijón en la carne

            Hoy, en la segunda lectura de la segunda carta de San Pablo a los Corintios, el apóstol nos habla de un aguijón en su carne. Después de explicar su visión del cielo, dice que Dios le envió una espina para que no se volviera soberbio. Aunque vislumbró la eternidad llegando al tercer cielo, no pudo olvidarse de su naturaleza humana. Nos pasa a nosotros también. Tenemos en nuestros corazones un deseo de felicidad eterna, pero tocamos cada día nuestras limitaciones. Sabemos que estamos llamados a ser santos, pero solo Dios puede hacerlo si nos dejamos.

            Lo llamamos pecado original. Llámalo como quieras, pero todos tenemos experiencia de él. Hacemos lo que no queremos hacer y no hacemos lo que deberíamos hacer. Somos perezosos, soberbios, egoístas, centrados en nosotros mismos, inseguros, ansiosos, deprimidos. San Pablo lo llama un aguijón en la carne. No sabemos qué clase de tentación era. Quizá fuera una enfermedad vergonzosa, la tribulación por las persecuciones que sufría constantemente o pura lujuria. Esta nos ayuda a ser humildes, pues nos hace tocar la debilidad de nuestra carne.

            Hay dos virtudes que nos cuesta vivir y las dos comienzan con “ca”: caridad y castidad. Es una experiencia común que todos tenemos que luchar para querer de verdad a los demás y para llegar a ser limpios. Tendremos estos dos aguijones hasta que nos muramos. Debemos ser pacientes. Si le pedimos a Dios ayuda, él nos la concederá.

            San Pablo pidió tres veces a Dios que le quitara de encima ese aguijón. A nosotros nos gustaría que no existiera, que no tuviéramos que luchar contra nuestras limitaciones. Pensamos que así tendríamos una vida sin problemas. Dios le respondió tres veces: “te basta mi gracia.” Él nos dice lo mismo. Tienes la suficiente ayuda de mí para llegar al cielo. Lo sabemos, pero seguimos cayendo. ¿Por qué será?

            Él nos responde con su secreto: “la fuerza se perfecciona en la flaqueza.” Precisamente, el poder de Dios se manifiesta cuando experimentamos nuestra debilidad. Así tocamos su poder omnipotente. Dios puede elevar nuestra naturaleza caída a alturas insospechables, incluso a ser como él, pues su Hijo Único se hizo hombre, para que nosotros seamos hijos de Dios. Ese aguijón, tan incrustado en nuestra carne, imposible de extraerlo, puede llegar a ser el cohete que nos propele hacia la santidad. Entonces podremos decir con San Pablo: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte.”

 

josephpich@gmail.com

Show Notes

Aguijón en la carne

            Hoy, en la segunda lectura de la segunda carta de San Pablo a los Corintios, el apóstol nos habla de un aguijón en su carne. Después de explicar su visión del cielo, dice que Dios le envió una espina para que no se volviera soberbio. Aunque vislumbró la eternidad llegando al tercer cielo, no pudo olvidarse de su naturaleza humana. Nos pasa a nosotros también. Tenemos en nuestros corazones un deseo de felicidad eterna, pero tocamos cada día nuestras limitaciones. Sabemos que estamos llamados a ser santos, pero solo Dios puede hacerlo si nos dejamos.

            Lo llamamos pecado original. Llámalo como quieras, pero todos tenemos experiencia de él. Hacemos lo que no queremos hacer y no hacemos lo que deberíamos hacer. Somos perezosos, soberbios, egoístas, centrados en nosotros mismos, inseguros, ansiosos, deprimidos. San Pablo lo llama un aguijón en la carne. No sabemos qué clase de tentación era. Quizá fuera una enfermedad vergonzosa, la tribulación por las persecuciones que sufría constantemente o pura lujuria. Esta nos ayuda a ser humildes, pues nos hace tocar la debilidad de nuestra carne.

            Hay dos virtudes que nos cuesta vivir y las dos comienzan con “ca”: caridad y castidad. Es una experiencia común que todos tenemos que luchar para querer de verdad a los demás y para llegar a ser limpios. Tendremos estos dos aguijones hasta que nos muramos. Debemos ser pacientes. Si le pedimos a Dios ayuda, él nos la concederá.

            San Pablo pidió tres veces a Dios que le quitara de encima ese aguijón. A nosotros nos gustaría que no existiera, que no tuviéramos que luchar contra nuestras limitaciones. Pensamos que así tendríamos una vida sin problemas. Dios le respondió tres veces: “te basta mi gracia.” Él nos dice lo mismo. Tienes la suficiente ayuda de mí para llegar al cielo. Lo sabemos, pero seguimos cayendo. ¿Por qué será?

            Él nos responde con su secreto: “la fuerza se perfecciona en la flaqueza.” Precisamente, el poder de Dios se manifiesta cuando experimentamos nuestra debilidad. Así tocamos su poder omnipotente. Dios puede elevar nuestra naturaleza caída a alturas insospechables, incluso a ser como él, pues su Hijo Único se hizo hombre, para que nosotros seamos hijos de Dios. Ese aguijón, tan incrustado en nuestra carne, imposible de extraerlo, puede llegar a ser el cohete que nos propele hacia la santidad. Entonces podremos decir con San Pablo: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte.”

 

josephpich@gmail.com