Homilías de cuatro minutos
Homilías de cuatro minutos
Tercer Domingo de Adviento
Tercer Domingo de Adviento
Hoy podemos utilizar ornamentos de color rosa para la Misa. ¿Por qué? Para expresar nuestra alegría, pues el Señor viene a nuestro encuentro. Este domingo se llamaba Domenica Gaudete porque así comienza la antífona de entrada en latín: Gaudete, Alégrate. Viene de la carta de San Pablo a los Filipenses: “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. El Señor está cerca.” Después de dos semanas de preparación para la Navidad, nos tomamos un descanso y miramos el maravilloso panorama que se contempla subiendo el monte de Adviento: Jesús está al caer. Cuando más subimos el aire es más puro y vemos las cosas con más claridad. Por eso hoy encendemos la vela rosa de la corona de Adviento. En la cima de las montañas, cuando amanece el sol, su primera luz ilumina la nieve con un maravilloso color rosáceo.
Jesús está más cerca de nosotros de lo que pensamos. Camina hacia nuestro encuentro. Si no lo vemos significa que debemos examinar nuestra conciencia para ver que hay entre él y nosotros. Debe ser fruto de nuestra soberbia o de nuestro egoísmo, dos arbustos reliquias del pecado original que nos ocultan a Jesús. Necesitamos podarlos para poder verlo mejor. Nos cuesta ser sinceros para descubrir los obstáculos y removerlos para acercarlos a él.
Un hombre con un buen sentido del humor se murió y se presentó ante Jesús para su juicio. Había una larga cola de gente. Podía oír lo que Jesús les decía: estaba hambriento y me diste de comer: pasa; estaba sediento y me diste de beber: pasa; estaba enfermo y viniste a verme: pasa. Se dio cuenta de que nunca había hecho estas cosas pues estaba todo el día en el bar bebiendo y contando chistes. Cuando le llegó su turno, Jesús miro el computador y dijo: estaba triste y me contaste chistes, estaba deprimido y me hiciste reír: pasa.
Dicen que la cita más buscada en la Biblia es “no tengáis miedo.” Aparece más de 300 veces. Es lo que Jesús dijo a sus apóstoles, lo que los ángeles dicen cuando se aparecen a la gente. Son las primeras palabras que dijo Juan Pablo II cuando fue elegido Papa al asomarse a la plaza de San Pedro. Tenemos miedo de nosotros mismos, del futuro, de lo desconocido, de fallar, de lo que nos pueda ocurrir. El miedo nos quita la alegría y nos paraliza; no nos deja confiar en Dios, abandonar todo en sus manos.
Cuanto más cercanos estamos de Dios, más alegría interior tenemos. Es natural pues hemos sido creados para él. Es parte de nuestro DNA. El problema es que normalmente buscamos la felicidad donde no está y nos cuesta reconocer nuestro error. ¿Por qué? Porque esas cosas son sucedáneos de la felicidad, no la verdadera. Hoy es un buen día para poner nuestro corazón en el lugar adecuado, cerca de nuestra Madre, causa de nuestra alegría, pues lleva en su seno a nuestro creador, que sabe lo que necesitamos, lo que nos gusta, y nos ama con amor divino.
josephpich@gmail.com