Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
11. Los Girasoles
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Había una vez un campo de girasoles en el medio de una pradera frente a un bello pueblo de belleza medieval. Este campo era el orgullo de todo el pueblo porque durante los meses de verano brillaban con un amarillo similar al oro. El campo de girasoles era pues un bello paraje de color que engalanaba toda la pradera.
Como buenos girasoles, todos los días, las flores en este campo se preparaban para la salida del sol, esperando que este les enviara sus rayos para ellos comenzar el día con la energía proveniente del astro rey. También, y como su nombre lo indica, los girasoles van girando su corona de pétalos siguiendo el sol durante todo el día, Cuando el sol salía por el este, ellos miraban hacia el este, cuando estaba en lo alto del cielo azul durante el mediodía, ellas lo miran levantando su corona y al final del día mientras el sol se va ocultando por el oeste, dirigían su mirada el poniente y así se despedían del sol por ese día. Y así durante cada día el bello campo de girasoles, al unísono, seguían el camino trazado por el sol.
Era tal el espectáculo que muchas veces de los otros campos las flores se sentaban a mirar como el amarillo dorado de los girasoles iba cambiando de posición durante el día. Los pájaros que les gusta revolotear por los campos presenciaban maravillados este espectáculo mientras volaban por la pradera de color amarillo. Obviamente los habitantes del pueblo eran los que más elogiaban dicho campo de girasoles. Y así, flores, pájaros y habitantes se sentían felices con su flores amarillas.
Un día, al salir el sol, unos pájaros madrugadores notaron algo extraño en aquel campo de flores. Notaron que a diferencia de todos los días, aquella mañana los girasoles no estaban esperando la salida del sol por el este y por el contrario su coronas de pétalos estaban mirando hacia el oeste. Dándole la espalda al astro rey. La noticia se corrió rápidamente por toda la comarca y en especial el pueblo vecino. De otros campos vinieron los pájaros curiosos a verificar si era cierto lo que les habían contado y las flores de otros campos comenzaron a murmurar y a expresar todo tipo de especulaciones sobre el comportamiento de los girasoles.
Algunos decían que una maldición de una bruja había caído sobre los girasoles, otros decían que había habido una fiesta durante la noche y que los girasoles seguían dormidos, otros especulaban que seguramente los girasoles se habían sentido maltratados y por alguna extraña razón habían decidido ignorar el sol como acto de protesta. Todo tipo de interpretación a los acontecimientos de aquella mañana se hicieron presentes y como todo rumor rápidamente los habitantes del pueblo se enteraron y todos salieron a ver tan extraño fenómeno. Al medio día cientos de curiosos de otros pueblos habían llegado y todo el borde del camino que rodeaba aquel campo de girasoles se lleno de una multitud que se arremolinaba con total incredulidad.
Horas más tarde el rumor había crecido entre los campos de flores y los animales. Y Algunos decían que lo que había era una franca revolución por parte de aquellas flores y algunos otros decían que ellos nunca habían confiado mucho en ellas. Que quien sabe en que andaban para ser ahora tan rebeldes. Y así fue pasando el día. Entre chismes y especulaciones sobre el carácter de las flores.
Al final del día el sol, preocupado por lo que estaba sucediendo, envió sus más bellos rayos de luz para llamar la atención de sus flores favoritas y estas lentamente, muy lentamente comenzaron a moverse y finalmente un pájaro que sabia comunicarse con ellos se acerco a preguntarles que les pasaba.
De pronto con una voz muy suave una de las flores girasoles le dijo.
Anoche un frente helado cayo sobre la pradera y nosotros sentimos en nuestro delicado cuello un gol